Lisboa, 1957 - Gerárd Castello-Lopes
Elegir una máquina y hacer clic una y otra vez se convirtió en un movimiento
normal. Es normal guardar todos los recuerdos de todos los momentos. Es
esencial registrar en una imagen todos los pequeños pedazos de recuerdos que no
vendrán con nosotros en el día a día.
Es bueno mirar atrás e recordar las mil y una cosas
estúpidas que no hacemos más. Es muy agradable ver la imagen y oír los dulces
sonrisos que no oímos más, y con ellos llorar por echar de menos.
Pero, ¿hasta qué punto se torna eso fastidioso y repetitivo?
Pasamos tantos momentos que aún los más tristes recordamos. No es
esencial gravar en imágenes aquello que nuestro corazón no permite que sea
olvidado. Cuando nos marca, se queda guardado, y no salga más. Todo el resto se olvida
porque no haz más falta. Porque no nos marcó, y porque no hicieron de
nosotros personas mejores o peores. Somos lo que vivimos, lo que sentimos, y la
nuestra historia, que aun pueda ser contada con imágenes, es mucho más que aquello
que en ellas conseguimos ver.
«Todas las fotografías tienen que tener cualquier una forma de estilo,
y ese estilo es el autorretrato de aquel que fotografiaba.»
- Gerárd Castello-Lopes
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